Idoia Galán Silvo

Ez Donk Oraindik
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU)

Cita recomendada: Galán Silvo, I. (2022). ‘La materialidad a través del olfato: la tierra y las telas’, entanglements, 5(1/2): 128-132

Resumen

Esta investigación sensorial husmea en la materialidad de los olores en el trabajo de campo. De tal manera que, el aroma -a través de la tierra mojada-, el perfume -a través de las telas que cubren a las mujeres y hombres en Arabia Saudi- y el olor corporal -de la piel desvelada-, nos acercan la experiencia sensorial del olfato en la investigación antropológica.

A partir del olfato y su potencial capacidad evocadora: por un lado, como capacidad creativa de recrear y acercarnos de nuevo a vivencias experimentadas con anterioridad, pero también con capacidad de crear nuevas experiencias placenteras en el campo, los olores se presentan como una fuente de descubrimiento etnográfico feminista y conocimiento situado (Haraway, 1988) del contexto que investigamos. 

Palabras clave: Etnografía sensorial, olfato, materialidad, memoria corporal, poder evocador

Estar dispuesta a realizar una etnografía afín a la antropología del cuerpo y de las emociones, y sumergirse desde una “percepción participante” (Pink, 2015) en un trabajo de campo, es asumir la experiencia encarnada en un cuerpo particular, anatómico y sensible (el cuerpo de la antropóloga) dentro de un nosotras social (la comunidad en la que se sumerge) arrastrando un contexto cultural previo (la sociedad y el entorno de origen).

Como etnógrafas, el campo nos predispone a “reaprender a ver el mundo” desde la experiencia de nuestra vida anónima (Merleau-Ponty, 1975[1945], p. 402) y a ubicarnos allí, “devenir cuerpo” (Torras, 2007, p. 20). Al mismo tiempo, el trabajo de campo nos brinda la oportunidad de experimentar y realizar una etnografía sensorial igualitaria apoyada en una percepción participante feminista que “contribuiría a la superación del sesgo androcéntrico que reproduce la observación participante en tanto que práctica eminentemente visual y auditiva” (García-Grados, 2017, p. 126). 

En particular los textos etnográficos que voy a presentar nos invitan a investigar desde el olfato. ¡Husmeemos en el trabajo de campo! Leamos con la nariz letras delatoras de rastros etnográficos. ¡Olfatee en sus recuerdos, lectora! Perciba el aroma de la experiencia vivida o imaginada. ¡Simplemente, huela!

El aroma, la tierra mojada

“La temperatura media en el recinto de Arabia Saudí rondaba los treinta y algunos grados. En los meses de junio, julio, agosto y septiembre numerosos días superaba los 40 grados y vivimos picos por encima de 45 grados. En varias ocasiones experimenté 48 grados en el mes de junio (en julio y agosto regresaba a Euskadi). Diciembre y enero, eran los meses más templados con mínimas de 18-20 grados y máximas de 30-32. Muy pocas veces vi llover, dos veces al año como máximo y coincidiendo con diciembre o enero. 

Pero cuando llovía solía ser de forma torrencial, poco tiempo, como máximo un par de horas. Suficiente para empapar el suelo, que la gente abandonara su puesto de trabajo y se asomara a ver llover. Suficiente para que las criaturas lo festejaran en el patio de la escuela, mojándose. 

En mi cuerpo, la humedad oliente por la tierra desprendida evocaba al olor de las tardes de tormentas de verano en Irun (Euskal Herria), mi lugar de origen. 

Sobre todo, la lluvia era un tiempo para percibir un olor de tierra diferente y su aroma, un pasaje a mi niñez (un olor libre recrea una infancia pretérita, de aroma presente, al empapar dos tierras diferentes).

Tras la lluvia, la atmósfera -como el terreno sobre el que oler- y el aroma -como el cuerpo que huele- eran nítidos, sin grano, iniciáticos”.

El perfume, las telas que cubren a las mujeres y hombres en Arabia Saudi

“El intento de invisibilizar el cuerpo de las mujeres bajo las telas de las abayas en Arabia Saudí, conseguía un resultado revelador para el olfato y la apertura al mundo de la imaginación. 

Al menos ante mi nariz, los colores olían. 

Aprehendí el perfume negro de las abayas de las mujeres y el perfume blanco de túnicas de los hombres. El perfume, en Arabia Saudí, tomaba textura y color.

La ausencia o negación de los cuerpos se volvía exceso o afirmación de los mismos a través del olfato. La tela negra con mucha caída, al movimiento y cadencia de los pasos de las mujeres, y ayudada por una leve ráfaga de viento, podía devenir en una abaya de perfume intenso a rosas, a especias, a intensidad desmesurada, revelando la anatomía del cuerpo femenino escondido bajo las telas.

Algo similar sucedía con la túnica blanca de los hombres. Delimitando el perímetro del cuello anatómico masculino, un cuello mao de tela blanca inmaculada servía de apoyo a la nuez de la garganta. La tela blanca, a veces satinada, caía con elegancia estilizadora a modo de vestido recto hasta alcanzar los pies. El contrapunto a esa armonía estética lo ponía el movimiento infringido por los pies y por las manos. La túnica masculina siempre tenía unos bolsillos grandes laterales para salvaguardar las pertenencias, pero también, para -al colocar las manos dentro- poder acercar o no la tela contra el cuerpo. Marcar su silueta, presentarla ante los ojos del resto.

Una diferencia apreciable y sugerente de distinta manera entre las dos vestimentas, la de mujeres y la de hombres, era la anchura de la túnica por los pies. Mientras que la abaya de las mujeres caía ensanchándose y aumentando la cantidad de tela que al paso favorecía su movimiento creando una onda, sobre todo si la llevaban un poco abierta con los últimos corchetes desabrochados, como sucedía normalmente en el compound para enseñar las piernas al menos hasta la rodilla; en los hombres, la túnica era cerrada y caía recta hacia los pies, de manera que el ancho que permitía, a veces, cuando los jóvenes elegantes querían lucirse, era la justa para crear tensión entre las dos pisadas del paso y marcar así, con la tela en tensión, la forma de las piernas. Unos gemelos costosos (de plata, oro o piedras semipreciosas) en unos puños amplios completaban la impecable imagen de los hombres cuando se acicalaban en serio. 

Sin embargo, siempre y sin faltar nunca a la cita, tanto a las mujeres como a los hombres saudíes, al movimiento danzante de telas, les acompañaba un aroma fuerte, profundo y dependiendo del tiempo que llevaras en el país, embriagador. 

Cada vez me gustaba más, aunque dudo que ahora me resultara igual de agradable tanta desmesura. 

He de admitir que más de una vez favorecía el cruce de caminos con un hombre o una mujer saudí solo para, en el momento de estar a la par de esos cuerpos en movimiento, inspirar con determinación. Oler el placer que acecha para inmediatamente después, siguiendo la estela del camino recorrido por esos cuerpos, disponerme a avanzar andando hacia delante ahora. Seguir oliendo y disfrutando de un aroma lleno de matices como podía ser la bergamota, variedades distintas de rosas y especias, maderas y/o raíces, siempre inconfundible aroma saudí”.

Tres preguntas impregnan el trabajo de campo: ¿Desde dónde olemos?¿Buscamos o somos encontramos por olores?¿Ubicamos o somos ubicados por los olores?¡Vayamos al encuentro!

David Le Breton (1999) vincula la separación entre cuerpo y mente, por una parte, al individualismo (como forma hegemónica de la sociedad occidental) y, por otra a la hegemonía del racionalismo y del positivismo en las investigaciones sociales. En este sentido, los dos pasajes etnográficos descritos abrazan la idea de “pensar desde y con el cuerpo” para avanzar en las teorizaciones “en torno al sujeto mujer y al sujeto político feminista” (Esteban, 2011, p. 48). Estos pasajes ponen en el centro de la investigación el olfato para destapar viejas desigualdades hegemónicas y aproximarnos a nuevas teorizaciones sensoriales antropológicas. 

En este artículo comparto la sugerencia de Donna Haraway de “buscar la perspectiva desde puntos de vista que nunca conoceremos de antemano, que prometen algo extraordinario, es decir, el poderoso conocimiento para construir mundos menos organizados en torno a ejes de dominación” (Haraway, 1995, p. 329). Es decir, exploro desde la capacidad olfativa y la materialidad de los olores para aprehender el entorno en el que investigo y generar un conocimiento desde la experiencia sensorial empírica del trabajo de campo.

En mi experiencia de trabajo de campo en un compound (recinto) de Arabia Saudí entre 2011-2016, la capacidad olfativa a través del aroma, el perfume y los olores que desprendían ciertas materias me ofreció la oportunidad de experimentar a nivel empírico ciertas aproximaciones teóricas. Desde este punto de partida, Tim Ingold (2013), nos insta a describir las propiedades de los materiales como una manera de contar historias, precisamente porque considera el autor que no son atributos fijos de la materia sino propiedades que hacen a los materiales “procesuales y relacionales” (Ingold, 2013, p. 13-39). 

Siguiendo este rastro, en mi investigación sensorial descubro que el poder de evocación del olor relaciona la tierra mojada y las telas negras y blancas con su materialidad. Descubro materiales de aparición, es decir materias evocadoras de recuerdos de vivencias, por ejemplo, la tierra; y materiales de ensoñación, es decir, construcciones sensoriales imaginarias y placenteras en torno a ciertas materias, por ejemplo, las telas.

El trabajo de campo cuidadoso me permitió resignificar esas experiencias placenteras evocadas -ya sean desde el recuerdo o desde la imaginación- por medio de la capacidad olfativa de aparición material. De esta manera, a nivel empírico el olfato se revela, por un lado, como un eje estructurador del recuerdo a través del aroma de la tierra y su poder evocador del pasado; y por otro, el olfato a través del perfume de las telas, de los cuerpos y su invitación al disfrute, se presenta como un eje estructurador del placer, concretamente del imaginario que me insta a recorrer una senda para disfrutar de una experiencia etnográfica placentera. 

En definitiva, evocar a través del olfato nos permite traer desde el recuerdo un placer vivido, pero también desde la imaginación un momento placentero o sensual que está por venir. Después de todo, “la memoria del cuerpo emerge en la cronología de la vida a través de acontecimientos claves de nuestra existencia” (Del Valle, 1997, p. 61), y añadiría, ya sean vividos o imaginados.

Breves aportaciones de esta etnografía

La materialidad olfativa puede constituir una herramienta antropológica que nos posibilite el análisis de diversos contextos socioculturales a través de la comparación perceptiva de los olores. A su vez, la materialidad olfativa nos permite crear una analogía entre los sistemas sensoriales y empíricos experimentados en el trabajo de campo y los sistemas perceptivos evocados desde un bagaje cultural previo, desde nuestra cotidianidad sensorial anterior a la experiencia etnográfica.

Entonces, ¿podríamos desde lo sensorial re-construir la etnografía como un método, una técnica y una escritura feminista? Volvamos brevemente al apoyo teórico de la discusión para buscar respuestas. Si como señala Le Breton (1999) la separación entre cuerpo y mente en occidente puede deberse al individualismo, racionalismo y positivismo; y la observación participante, como práctica eminentemente visual y auditiva, reproduce un sesgo androcéntrico (García-Grados, 2017), estos dos pasajes sensoriales empíricos escritos desde el cuerpo oliente de la etnógrafa y la capacidad evocadora de la materialidad de los olores, constituyen una estrategia feminista de resistencia en el trabajo de campo. Es decir, esta etnografía sensorial realizada desde el sentido del olfato, es feminista en cuanto que revindica otras percepciones sensoriales además de la vista y el oído, como son el olfato, las texturas y el movimiento, y además activista -feminista-, en cuanto que pone en valor el conocimiento situado de la antropóloga generado a partir de la subjetividad, sus emociones y los recuerdos o placeres construidos, en el caso que nos ocupa, en relación al aroma a tierra o el perfume de las telas.

Por tanto, la materialidad olfativa investigada desde una etnografía feminista del cuerpo y de las emociones en Arabia Saudí, nos permite no solo comparar contextos diversos sino también explorar con la “compatibilidad” (Strathern, 2005[1991], p. 35-38) y las analogías del conocimiento que las investigaciones sobre el terreno nos brindan (Strathern, 2005[1991], p. 54). En definitiva, puede acercarnos a una manera feminista de entender la diversidad social y cultural sensorial desde una relación dialéctica y situada de implicaciones corporales y sensoriales –incluso desde el placer o la imaginación-, alejada de los binarismos y las jerarquizaciones androcentristas.

Bibliografía

Del Valle, T. (1997) La memoria del cuerpo, Revista El Arenal, 4(1), pp. 59–74.

Esteban, M. L. (2011) Cuerpos y políticas feministas: el feminismo como cuerpo. En: Villalba Augusto, C. y Álvarez Lucena, I. (eds.). Cuerpos políticos y agencia: reflexiones feministas sobre cuerpo, trabajo y colonialidad. Universidad de Granada. pp. 45–84.

García-Grados, C. G. (2017) La percepción participante como una herramienta metodológica feminista: Una aplicación a los estudios de género, AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana 12(2), pp. 125–46.

Haraway, D. (1988) Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective, Feminist Studies, 14(3) (Autumn, 1988), pp. 575–599

Haraway, D. (1995) Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Vol. 28. Universitat de València.

Ingold, T. (2013) Los materiales contra la materialidad, Papeles de Trabajo, 7(11), pp. 19–39.

Le Breton, D. (1999) Las pasiones ordinarias: Antropología de las emociones. Buenos Aires: Nueva Visión.

Merleau-Ponty, M. (1975) Fenomenología de la percepción. Península: Barcelona.

Pink, S. (2015) Doing Sensory Ethnography. London: Sage.

Strathern, M. (2005) Partial Connections. Lanham: Rowman Altamira.

Torras, M. (2007) El delito del cuerpo. De la evidencia del cuerpo al cuerpo en evidencia. En: Cuerpo e identidad. Estudios de género y sexualidad. Bellaterra: Institut Català de les Dones.

Biografía del autor

ORCiD: 0000-0001-8679-9148